Libro seleccionado. Muy interesante:

Los emprendedores no se atan a las sillas


Primer capítulo. Diana Jojola es italiana, tiene 24 años, y acaba de ganar uno de los premios de emprendedores del año otorgados por la ciudad de Barcelona. Gracias a un microcrédito de 20.000 euros de La Caixa, su empresa Index quiere ser consultora y distribuidora de música electrónica en formato digital, CD y vinilo. Ella es sólo una de los 3.000 emprendedores que se reunieron en el Palacio de Congresos de la capital catalana. Allí conocí a directivos de empresas multinacionales que habían decidido montar sus negocios (desde el sector de la energía hasta editoriales), ingenieros que acaban de descubrir el último dispositivo que permite flexibilizar las descargas de internet a móvil, ilustradores gráficos que aspiran con vender sus productos a Hollywood, biólogos especializados en investigación genética, entre muchos otros ejemplos. Se trataba de un auténtico safari en que se mezclaban ideas, inversores, proveedores y coopetidores. Con absoluta transparencia y velocidad.

Segundo capítulo. Un día más tarde, en el mismo recinto, un conocido -madrileño, para más señas- de hace muchísimos años, se me acerca durante el cóctel previo a la cena del 50 aniversario del Círculo de Economía. Me pregunta qué pasa en la empresa catalana, que parece sólo obsesionada en psicoanalizarse, en llorar y quejarse y que ha dejado de ser referente para el resto de España y blablabla. Le respondo mi conocida teoría: no hay que exagerar ni confundir el pasado, que ya se está agotando, con el futuro, que ya está apretando fuerte y en el que cada vez aparecen menos los apellidos de siempre. Le conté la experiencia que comprobé el día del emprendedor. Me faltó insinuarle que la próxima vez que aterrice en Barcelona, aproveché para alquilar un coche y visitar el tejido industrial catalán de pequeña y mediana empresa fuera de la ciudad, más preocupado con las posibilidades de financiar sus proyectos en épocas de vacas flacas crediticias que obsesionado con Madrid y Sigmund Freud.

Tercer capítulo. Después de la exposición de Rodrigo Rato en el Círculo de Economía, se me acercó un prohombre de la sociedad catalana -vendió su empresa a una multinacional hace ya unos años- de toda la vida. "¿Quién me ha quitado el sitio? Aquí había dejado mis papeles y estaba sentado yo", miraba acusándome como si acabara de cometer un crimen. Lo más educadamente que pude le conté que encontré la silla abandonada y libre de papeles justo antes de que empezara la exposición del ex vicepresidente del Gobierno y, por eso, allí me senté. Consideré que la silla vacía no tenía ninguna culpa que el caballero se hubiera ausentado en la última sesión. El señor me hizo ver que aquella silla le pertenecía, y volvió a insistir que además le habíamos quitado las carpetas que había dejado encima. En fin, preocupado por si avisaba a seguridad ya que se iba caldeando con el paso de los segundos, decidí sonreír y dejarle el lugar para que escuchara de cerca a Mariano Rajoy. Sin problemas ni líos, encontré otra silla unas cuantas filas más atrás.

Fin. Volví a pensar en mi conocido de Madrid que andaba por allí y que me quiso provocar atacando a la clase empresarial catalana de toda la vida. Luego pensé en Diana Jojola, la emprendedora de música electrónica, y pensé que aún no hay nada perdido. Todo lo contrario. Lo mejor está por llegar. A algunos les preocupa la silla que han abandonado. Otros saben que el futuro no pasa por quedarse atado a una silla.

Vía: Martí Saballs.expasión.com

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